Cuando llega la hora de sentarnos a trabajar y, puestos a ello, pensar sólo en la cantidad de horas que pasáremos sentados frente a nuestro escritorio delante del ordenador o frente a una montaña de documentos que provocarán distintas emociones y reacciones a lo largo de la jornada, como por ejemplo: una carta de hacienda probablemente nos amargará la mañana y una factura recién cobrada pues tras varios suspiros de alivio provocaría "la alegría del día". Independientemente de nuestros avatares laborales, crear un espacio de trabajo en el cual lleguemos a sentirnos a gusto es primordial. Ya sea en casa o en la oficina, estoy seguro que esto afecta directamente en nuestro desempeño. Un espacio que no tiene por que reñir con la funcionalidad pero en el que no debemos limitarnos a decorar con un ordenador, una impresora y un complejo enmarañado de cables.
Y de mi autoría:
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